Artista visual mexicana que transforma sensibilidad, diseño y osadía en joyas vivas.
Su obra es un experimento constante con la emoción y la luz, explorando la materia con libertad y profundidad.
En la Domus Academy de Milán, Italia, y guiada por algunos de los más grandes maestros del diseño a nivel mundial como: Dolce & Gabbana, Gianfranco Ferré, Gianni Versace y Franco Moschino, Leticia enfrentó un reto creativo junto a un corazón roto. Descubrió que el amor, incluso el que duele, puede convertirse en arte.
Así, transformó la pasión en diseño, la emoción en forma y el recuerdo en inspiración.
La primera colección de Leticia Barba no se presentó: irrumpió.
En una sala iluminada por 800 velas, sus collares de barro unieron sensibilidad mexicana y mirada europea.
Llegaron justo cuando la moda buscaba lo artesanal, lo natural, lo humano. Su trabajo conquistó a Romeo Gigli, Azzedine Alaïa y apareció en las páginas de revistas como Vogue, Elle y Marie Claire, entre muchas otras de fama internacional.
Leticia no solo debutó: dejó una marca.
Tras una serie de cambios y pérdidas profundas, asesoró marcas de moda buscando llenar ese vacío.
La luz llegó en una clase en línea, donde un maestro abordaba expresiones artísticas como danza, ópera y ballet; ella encontró en el arte contemporáneo un refugio y una nueva forma de sentirse viva. Invitada a ferias como Frieze (Nueva York), Art Basel (Miami) y la Bienal de Venecia (Italia), entre otras, comprendió que, a través de los viajes, el amor se manifiesta de formas distintas.
Tras años de absorber ciudades e historias, Leticia Barba regresa con una colección visceral y única.
En Punta Mita encontró la inspiración de su obra al transformar cortinas de conchas, usadas por los pescadores en sus casas, en collares que dejaron de ser accesorios para convertirse en esculturas para el cuerpo.
En San Miguel de Allende, encontró refugio, inspiración y comunidad.
“San Miguel lo siento mío. Descubrí que era el escenario perfecto para mis collares.”
Leticia eligió esta ciudad para marcar su regreso al diseño. Hoy, esa colección hecha de memoria, mar y fuego vive en las calles doradas de una ciudad que emana arte y que, de alguna manera, también la eligió a ella.
En San Miguel de Allende, encontró refugio, inspiración y comunidad.
“San Miguel lo siento mío. Descubrí que era el escenario perfecto para mis collares.”
Leticia eligió esta ciudad para marcar su regreso al diseño. Hoy, esa colección hecha de memoria, mar y fuego vive en las calles doradas de una ciudad que emana arte y que, de alguna manera, también la eligió a ella.